El ejercicio físico se ha convertido en una intervención terapéutica en el tratamiento del cáncer, y existe una amplia evidencia que demuestra su seguridad y eficacia. señalaba que una sola sesión de entrenamiento de resistencia o de intervalos de alta intensidad aumenta los niveles de mioquinas, una proteína producida por los músculos con efectos anticancerígenos y que

Los autores también analizaron cómo los cambios en la composición corporal tras el ejercicio constante podrían afectar la inflamación, que desempeña un papel clave en la recurrencia y la mortalidad por cáncer de mama, al promover la progresión tumoral. El estudio evidenció que, al reducir la masa grasa y aumentar la masa magra mediante ejercicio constante y persistente, las sobrevivientes de cáncer tenían mayores probab

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