En la medianoche del martes en Washington DC, caía una llovizna intensa que impidió al personal de ceremonial del Departamento de Estado desplegar la alfombra roja que tenían prevista para esperar a Javier Milei y a su comitiva.

Cuando se abrió la puerta del avión, el Presidente se perdió la posibilidad de caminar sobre esa red carpet utilizada sólo para los mandatarios a los que se trata con honor, pero vio una imagen que le hizo prever que lo que empezaba sería a la medida de sus sueños : el máximo nivel de protocolo del Gobierno de Estados Unidos desplegado para darle la bienvenida aun bajo la lluvia, con funcionarios de alto rango y las banderas de los dos países posicionadas sobre la pista.

Era el principio de una agenda que imaginaba perfecta: alojarse en la distinguida Blair

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