Cuando se menciona el oficio de herrero, lo primero que viene a la mente suele ser un hombre con manos curtidas, mono gris y voz grave golpeando el yunque con fuerza. Lo que pocos imaginan es encontrar en medio de ese escenario, entre chispas y vigas de acero, a una mujer al mando. Pero eso es exactamente lo que ocurre en Ferrocen, un taller de herrería ubicado en Cenizate , un pequeño pueblo de la provincia de Albacete. Allí trabaja desde hace 21 años Águeda García, una mujer que se ha abierto paso a martillazos en un mundo tradicionalmente de hombres.

Su historia comienza con un despido. «Estaba de baja en otro trabajo y me despidieron», cuenta Águeda a El Digital de Albacete. Como tantas veces ocurre, la necesidad fue el empujón. Su marido le propuso montar un taller de herrería y, a

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