En la esquina de Emilio Mitre y José Bonifacio, en Caballito, una larga fila de espectadores locales y extranjeros mira y escucha con curiosidad. Ahí mismo, en donde todos están parados, hay un pedazo de historia porteña rescatada que están a punto de conocer. Con el número 652, el “Anglo” no tarda en aparecer sobre sus rieles y en despertar los murmullos de asombro y aplausos de todos aquellos chicos y grandes que, por primera vez, se subirán a recorrer la ciudad en él .
Estos tranvías funcionan ahora como un museo rodante y como un recuerdo de lo que solía ser uno de los medios de transporte más prometedores de la época. El contraste con otras grandes ciudades del mundo es impactante: en muchas el tranvía se mantiene hasta la actualidad como un servicio clave para la ciudadanía.