Un demente pero no por eso inimputable, cruzó el Rio Uruguay en un kayak.
Una embarcación pequeña, ligera, frágil avanzando hacia el puerto más sanguinario.
El susurro de la aguas auguraba volcanes de sangre.
Atravesó centenares de kilómetros por tierra, decapitó y seccionó los brazos del remisero que lo transportó. Quemó luego el vehículo y se dirigió con los ojos inyectados de muerte para matar a su ex mujer y a su ex suegra . Luego secuestró a su hijito.
Pobre
Pobrecito el chico.
Pobres las víctimas.
¿Qué pensaba ese padre cuando atravesaba el río en esa nave delirante?
La nave del loco.
No pensaba.
Proyectar matar no es pensar.
Es omitir todo pensamiento.
Solo. Metódico. Entrenado para atravesar la frontera hacia la masacre contra los otros.
Un tripulante solitario usan