En una tarde de verano en Francia, Thomas , de 34 años, acudió al médico para consultar por un dolor de espalda persistente. Además del dolor, experimentaba una curiosa transformación: sus pies ya no cabían en los zapatos habituales. Recordó que, hacía una década, calzaba el número 44 y ahora necesitaba entre el 46 y 47. Sin saberlo, ese comentario marcó el inicio de un recorrido fundamental para su salud: la detección temprana de la acromegalia .

La acromegalia representa una enfermedad compleja y rara. El cuerpo de quienes la padecen no deja de modificarse aunque hayan alcanzado la adultez. Las manos, los pies y el rostro crecen, en un proceso tan lento y disimulado que muchas veces pasa inadvertido para quienes conviven con el afectado. Los cambios físicos se atribuyen a

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