El líder del PP asume las críticas internas por derechizar su mensaje e intenta poner de nuevo el foco en impuestos, autónomos o el precio de la vivienda, mientras exdirigentes del partido difieren: unos reclaman una alianza electoral con los de Abascal y otros ignorarlos
La derecha española se revuelve ante el nuevo ciclo electoral
El pasado jueves reapareció en Madrid el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Presentó en un acto informativo al presidente de Galicia, Alfonso Rueda. Alberto Núñez Feijóo, cuya presencia no estaba prevista, se apuntó a ultimísima hora. En los corrillos informales posteriores, casi todos los comentarios giraron sobre un asunto que copa los debates del PP desde hace años: su relación con Vox. Un vínculo que no parece pasar por su mejor momento pese a que la única forma de echar a Pedro Sánchez el Gobierno pasa por una colaboración entre ambas derechas según todas las encuestas.
“Cuanto menos estemos pendientes de Vox, mejor”, dijo Rajoy a un grupo de periodistas. Un consejo que no parece tener mucho éxito en el PP, donde el debate está abierto y domina las conversaciones. De hecho, otros importantes exdirigentes, como el que fuera ministro de Defensa Federico Trillo, defienden lo opuesto: abordar algún tipo de alianza orgánica preelectoral con la ultraderecha.
Feijóo trató de sentar doctrina sobre la relación con Vox el pasado mes de julio durante la clausura del congreso de su reelección. El líder de la oposición prometió no hacer un “cordón sanitario” a la ultraderecha, pero sí dijo “querer” gobernar en solitario. La satisfacción en su equipo era total porque pensaban haber zanjado la cuestión de forma definitiva. Pero ambas aseveraciones quedaron viejas rápidamente. El deseo expresado por Feijóo está lejos de poder cumplirse, según las muchas encuestas que se publican cada semana. A la vuelta del verano, el PP elevó el tono contra Vox y ambos partidos han entrado en confrontación directa. A la vez, aceleró en la asimilación de sus propuestas y discursos.
El proceso se ha acentuado en las últimas semanas. El pasado martes Feijóo presentó el plan antiinmigración del PP. Esbozado en julio y desgranado durante semanas, el documento plantea medidas que ya existen y recorta derechos para las personas migrantes. Pero el contenido pasó a un segundo plano ante un discurso en el que Feijóo insistió en criminalizar a los extranjeros y dijo frases como “la nacionalidad no se regala, se merece” o que “ser español es compartir un destino” y “conocer una herencia universal”.
La reacción de Santiago Abascal fue inmediata. El líder de Vox ironizó sobre Feijóo y preguntó si se iba a “dejar barba” para parecerse aún más a él. Luego espetó, ya más serio, que los españoles que quieran aplicar las medidas del plan del PP deberían votarle a él como forma de garantizar su cumplimiento. La andanada de Abascal venía precedida de un choque público entre ambos. Feijóo dijo en una entrevista en Antena 3 que a Vox “se le está yendo la pinza con el PSOE”. El líder del PP quería decir que “se le había ido de las manos la pinza con el PSOE”, pero no se expresó bien. En la misma entrevista, comparó a Vox con EH Bildu por plantar al rey en los actos institucionales por el 12 de octubre. La respuesta de Abascal fue decir que Feijóo se había “dado un golpe en la cabeza”.
Tanto Feijóo como Abascal aseguran de forma recurrente que su relación es “cordial”, pero la realidad es que llevan meses sin reunirse, casi siempre lo hacen en secreto y apenas intercambian mensajes. El enfrentamiento entre ambos líderes puede parecer más o menos intenso. Pero el clima en redes sociales parece insostenible, con acusaciones directas entre dirigentes del partido y el uso de las cuentas oficiales para tachar de “mentiroso” al rival.
A principios de semana, el eurodiputado de Vox Jorge Buxadé acusó al PP de ausentarse de un debate “sobre el estado de Derecho en España”. La cuenta del partido en Bruselas reprodujo el vídeo, y recibió la respuesta del eurodiputado Adrián Vázquez, propagada a su vez por la cuenta oficial del PP, que exigió “retirar” la supuesta mentira. Todos los tuits siguen publicados.
Unos días antes fue la vicesecretaria de Coordinación Sectorial, Alma Ezcurra, quien salió al paso de las supuestas mentiras propagadas por Vox, esta vez a cuenta de quién gestiona los comedores escolares en Ceuta y Melilla.
También eurodiputada, Ezcurra ha sido la encargada de redactar el plan antiinmigración del PP y ha asumido un importante rol en las portavocías rotatorias del partido. Y ha replicado incluso a Abascal en un movimiento que nadie cree que sea ajeno a la estrategia comunicativa definida por la dirección del partido.
En los últimos días ha aparecido una nueva acusación. Desde el PP señalan que existe algo más que una estrategia coincidente entre el Gobierno y Vox para atacar al partido de Feijóo. Algunos dirigentes han deslizado que esa estrategia está debatida y pactada, que existe algún tipo de interlocución entre el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y la dirección de Abascal, algo que desde el Gobierno han negado.
En el PP de Feijóo sostienen que no están “al ataque”, sino que se “defienden” de los “ataques de Vox, cada vez más furibundos” y “basados en mentiras”. “No habíamos percibido este nivel de beligerancia” hasta ahora, sostienen fuentes de la dirección del PP.
Vox, “un problema para el país”
Las mismas fuentes aseguran que el alza de Vox en las encuestas “no es un problema para el PP”, sino que es “un problema para el país”. Unas declaraciones que llegan con un nuevo giro estratégico de la dirección de Feijóo tras las críticas internas, más o menos explícitas, a su derechización desde el regreso del verano.
En la sesión de control al Gobierno, por ejemplo, Feijóo pasó de puntillas por la noticia de la semana: la doble declaración ante el Tribunal Supremo de José Luis Ábalos y Koldo García. Casi a la vez que Feijóo interpelaba a Pedro Sánchez se presentaba el exministro de Transportes ante el juez Leopoldo Puente. Sobre la sesión planeó durante todo el día la posibilidad de que Ábalos terminara el día en prisión. Pero no sucedió. Ni él ni el que fuera su mano derecha. Quizá porque sabían lo que podía pasar o por pura estrategia, Feijóo centró su ‘cara a cara’ con Sánchez en hablar de impuestos, cotizaciones de autónomos y poder adquisitivo. Un discurso que el PP no solo no ha abandonado, sino en el que incidió en días posteriores. Y seguirá haciéndolo.
Este fin de semana Feijóo se reunirá en Soria con autónomos “para escuchar sus problemas y evidenciar cercanía con sus reivindicaciones”. La semana que viene, el líder del PP acudirá a un evento de la patronal de las empresas familiares. Fuentes de la dirección del PP apuntan el hilo argumental de los próximos días: “En un contexto de precios altos, vivienda cara, recaudación creciente e impuestos al alza, pero con sueldos que no suben, la sensación que tienen millones de españoles es que la diferencia entre trabajar mucho y cobrar poco o no trabajar nada y cobrar algo es muy pequeña”.
La derechización del discurso de Feijóo, especialmente en materia migratoria, ha venido acompañada de críticas desde algunas ‘baronías’ del PP con mando en plaza y que afrontan elecciones en los próximos meses. De hecho, en un intento de diferenciarse de Vox, el PP ha intentado diferenciar la inmigración procedente de América con otras, conscientes también de la enorme bolsa de voto que representan los latinos y sus descendientes. En la dirección del PP sostienen que “el PSOE sueña con que Vox suba para que Juanma [Moreno] necesite a Vox” tras los comicios previstos para junio de 2026. “La izquierda deseando que Vox mande cada vez más”, se muestran sorprendidos en Génova.
En 2018 Moreno perdió las elecciones andaluzas, pero alcanzó el poder gracias a un pacto con Ciudadanos y Vox que se replicó en 2019 en Madrid, Castilla y León o Murcia, entre otras regiones. Porque la realidad es que buena parte de los gobiernos autonómicos y municipales del PP dependen de Vox. En Baleares, Castilla y León o Extremadura no hay acuerdo para sacar los presupuestos del año que viene, lo que mina la estrategia de Feijóo de atacar a Sánchez por no tener los suyos. En otras, como en la Murcia de Fernando López Miras, la ultraderecha logró que se asumieran sus postulados racistas. Luego llegó el brote violento de Torre Pacheco o la decisión de vetar los rezos musulmanes en Jumilla.