En los últimos meses, una ola de protestas etiquetadas bajo la bandera de la "Generación Z" ha sacudido diversas regiones del mundo, desde África hasta Asia, Iberoamérica y hasta Europa, aunque con distinto formato y excusa. Emergen en contextos de evidente desigualdad económica, paro juvenil crónico y fallos gubernamentales lacerantes. No cabe duda de que el paro juvenil es un motor muy potente de descontento, frustración y hasta desesperación. Este factor, ampliamente documentado en informes como el del Banco Mundial (2024), que estima tasas de desempleo juvenil superiores al 25% en regiones como África subsahariana y el sur de Asia, actúa como uno de los catalizadores principales de la efervescencia social.
La chispa de la indignación es, muchas veces, legítima, otras en absoluto.