Estar en boca de todos casi nunca es bueno. En un país como el nuestro de envidias enfermizas, el que triunfa siempre es de forma inmerecida para una gran mayoría y casi nadie tiene méritos suficientes para el éxito; todo el mundo dibuja una sonrisa con el fracaso. Sin embargo, en los tiempos que corren los que andan divulgados para mal se lo han ganado a pulso, salvo alguna pequeña y reciente excepción, y ahora me refiero al galardonado con el Premio Planeta, quien esta semana vio culminada su trayectoria con el reconocimiento a un empeño por triunfar en un oficio que no era el suyo. Juan del Val era albañil y conductor de excavadoras cuando decidió pasar al mundo de la comunicación, con un empeño tal que hoy se encuentra en una cima que posiblemente nunca había soñado tocar con la mano.

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