Los tendales son un espejo casi completo de la condición humana. Están los que colocan sus prendas por tamaños y por tonalidades. O los que no permiten jamás que un calcetín eche de menos a su pareja. Tampoco pueden disimularlo aquellos que dejan que el azar haga el trabajo. Su trabajo.

En un tendal cualquiera, se ve quién habita el caos y quién coloca la pinza en la doblez exacta para minimizar esa marca que luego no hay humano capaz de quitarla. Ni con la plancha repleta de vapor.

Qué retrato ejercen de nosotros mismos los tendales sin darnos cuenta. Los que vemos. Y los que no vemos, que esa es otra. Porque la mayoría no tendemos la ropa donde queremos, sino donde podemos. Como la vida misma.

El mapa de la ropa tendida merma en las colmenas de minipisos, en los que el tendedero portá

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