La brisa caliente de Cúcuta se enredaba entre las calles polvorientas cuando Omar Enrique Medina Cuberos llegó al mundo un 6 de febrero de 1989. Creció entre el bullicio del comercio fronterizo y la mirada firme de su padre, Fredy Antonio Medina Olejua, quien le inculcó desde niño el valor de la responsabilidad y la rectitud. Su madre, Braulia Marlene Cuberos Rico, lo vio crecer con esa inquietud propia de quienes tienen la vocación tatuada en el alma mucho antes de entender su significado.
Desde pequeño, Omar Enrique supo que su destino no estaba en la quietud de una oficina ni en la rutina de un horario fijo. Su vida estaba marcada para el servicio, para ser ese escudo que protegiera a los indefensos, el guardián anónimo que vigila cuando el resto duerme. La vocación policial es como un