Durante dos décadas, el Perú es citado como ejemplo de estabilidad macroeconómica en América Latina. Diversos organismos multilaterales destacaban que, aun con desigualdades persistentes que deben corregirse, el país había logrado erigir un modelo de gestión pública basado en el respeto a la disciplina fiscal y a reglas claras de responsabilidad institucional.

Esa “regla fiscal” —término técnico que en esencia significa no gastar más de lo que el Estado puede financiar de manera sostenible y obtener ingresos tributarios suficientes para mantener sus inversiones en políticas públicas— fue el cimiento de un ciclo virtuoso: permitió reducir la deuda, mantener déficits controlados, asegurar credibilidad ante los mercados y proteger el erario público de los vaivenes políticos.

En términos his

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