Aunque no ocupe titulares en los periódicos, mucho se habla en estos días del gran enigma de la conciencia humana. Dos libros tienen la culpa. El año pasado, el doctor Manuel Sans Segarra resucitó el asunto en su obra La supraconciencia existe . A este prestigioso cirujano le llamó la atención el gran número de personas que, habiendo estado en parada cardiaca, e incluso en muerte cerebral, relataban que sus mentes eran capaces de percibir lo que sucedía a su alrededor mientras eran atraídos hacia un túnel de luz que los asomaba a otro estadio de existencia. Nada nuevo. O sí. Bosco ya pintó semejante conducto a finales del siglo XV, y otro doctor, Raymond Moody, acuñó en 1975 el término clínico para esas vivencias: Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM). Pero el tema alcanza ahora una nu

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