
El suelo es la base de la vida del bosque. En él crecen las raíces de las plantas, se almacena el agua y viven millones de seres diminutos que ayudan a mantener el equilibrio del ecosistema. Cuando el fuego lo daña, el bosque tiene muchas más dificultades para recuperarse.
Hoy en día los incendios son más frecuentes y más intensos por culpa del cambio climático y la sequía. Por eso, entender qué le pasa al suelo después del fuego y cómo podemos ayudarlo a recuperarse, resulta fundamental para cuidar nuestros bosques y el medio ambiente.
El fuego también daña lo que no se ve
Cuando ocurre un incendio forestal, todos pensamos en las imágenes del bosque quemado que quedan a la vista: los árboles calcinados, los animales que huyen y el suelo cubierto de ceniza. Pero lo que ocurre debajo de la superficie queda inadvertido para la mayoría. El fuego también afecta lo que está bajo tierra, donde tienen lugar cambios muy importantes que pueden durar muchos años.
No todos los incendios son iguales. Algunos solo queman las hojas y ramas secas del suelo, sin causar grandes daños. Otros son de alta severidad, y pueden calentar tanto el terreno que acaban destruyendo la materia orgánica y los organismos que viven en él.
El calor puede cambiar el color, la textura y la composición del suelo. También alterar su pH (su grado de acidez o alcalinidad), así como su capacidad para retener agua. En los casos más graves, el suelo queda más suelto y más fácil de arrastrar por la lluvia.
Estas transformaciones hacen que el bosque pierda resiliencia, es decir, su capacidad de recuperarse. Si el suelo se empobrece, las nuevas plantas tienen más dificultades para crecer y el ecosistema se regenera mucho más lentamente.
Leer más: Por qué la bioeconomía debería tener en cuenta la conservación del suelo forestal
Un mundo de vida bajo nuestros pies
Aunque no lo parezca, el suelo está lleno de vida. En un puñado de tierra hay millones de microorganismos: bacterias, hongos, insectos diminutos y otros seres que trabajan sin descanso. Son los encargados de descomponer la materia orgánica (como hojas y ramas muertas) y convertirla en nutrientes que las plantas pueden aprovechar. Además, estos organismos ayudan a mantener la estructura del suelo, permitiendo que el agua se filtre y las raíces puedan respirar. Gracias a ellos, el suelo se mantiene fértil y equilibrado.
Cuando el fuego destruye esta comunidad invisible, el ecosistema pierde gran parte de su capacidad de funcionar correctamente). Los hongos del suelo, por ejemplo, son esenciales porque forman redes que conectan las raíces de diferentes plantas y las ayudan a obtener agua y minerales. Si desaparecen, las plantas se debilitan y la recuperación del bosque se hace mucho más lenta.
Por eso, los científicos afirman que “sin un suelo vivo no hay bosque posible”. Cuidarlo significa cuidar la vida que sostiene todo el ecosistema.
Leer más: Cómo podemos salvar los bosques entre todos
La lluvia puede hacer desaparecer siglos de vida en unos días
Después de un incendio, el suelo queda desnudo, sin raíces que lo sujeten ni vegetación que lo proteja. En ese estado, las gotas de lluvia impactan directamente sobre la superficie y pueden arrastrar la tierra cuesta abajo. Este proceso, conocido como erosión, es uno de los mayores peligros después de un fuego.
La consecuencia más grave derivada de este fenómeno es que la capa superior, la más fértil y rica en nutrientes, es también la más fácil de perder. Formar solo un centímetro de suelo puede tardar entre 100 y 500 años, pero bastan unas pocas tormentas para que desaparezca. Lo que retrasa mucho la recuperación del ecosistema. Sin esa capa fértil las semillas no pueden germinar bien y el bosque tarda mucho más en volver a crecer.
Además, la erosión no solo afecta al bosque quemado. El agua que arrastra el suelo puede llegar a los ríos y embalses, enturbiar el agua, dañar la fauna acuática y reducir la calidad del agua potable. Por eso, las primeras lluvias después del fuego pueden ser casi tan destructivas como el incendio.
Cómo se puede ayudar al suelo a recuperarse
Existen diferentes técnicas para evitar que el suelo afectado por un incendio se pierda y para acelerar su recuperación. Una de las más efectivas es el mulch orgánico, una capa de restos vegetales triturados (por ejemplo, de ramas y paja) que se coloca sobre el suelo quemado. Esta cobertura protege la superficie del impacto de la lluvia, reduce la escorrentía del agua (su escurrimiento para llegar a ríos, arroyos o el océano) y mantiene la humedad. Con el tiempo, el material se descompone y enriquece el suelo con nutrientes.
Otra medida útil es colocar fajinas, que son hileras de troncos o ramas colocadas en las laderas siguiendo las curvas del terreno. Estas barreras frenan el agua, retienen la tierra y evitan que el suelo sea arrastrado hacia abajo. También se pueden construir pequeñas barreras en arroyos para evitar que los sedimentos lleguen a los ríos.
Sin embargo, no siempre es necesario intervenir. En algunos casos, el propio ecosistema puede recuperarse por sí solo. Por eso, antes de actuar es importante evaluar la severidad del incendio y decidir dónde hace falta ayudar y dónde es mejor dejar que la naturaleza siga su curso.
Leer más: Medir las constantes vitales de los bosques en tiempo real para conservarlos y protegerlos
Un recurso que no podemos fabricar
El suelo es un recurso muy valioso y difícil de recuperar. La naturaleza tarda siglos en formar unos pocos centímetros de tierra fértil, pero un solo incendio y unas lluvias intensas pueden destruirla en semanas. Proteger el suelo después del fuego no es solo una cuestión ambiental: también es una forma de proteger el agua, los bosques y la vida de las personas que dependen de ellos. Los árboles volverán a crecer, pero solo si el suelo permanece vivo.
Bajo la ceniza, en ese mundo invisible de microorganismos y raíces, se juega el futuro de los bosques.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
Lee mas:
- La gestión de los bosques, clave en la lucha contra el cambio climático
- Cómo podemos salvar los bosques entre todos
- Maneras de mirar un bosque
Elena Marcos Porras recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación (LANDSUSFIRE / PID2022-139156OB-C21)
Rayo Pinto Prieto recibe fondos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades bajo el programa de ayudas de Formación de Profesorado Universitario (FPU21/00309)