Vivimos en un mundo donde estar ocupado se volvió una forma de autoestima. “No tengo tiempo” ya no suena a queja, sino a medalla de honor. Hacemos mil cosas al tiempo, y lo peor es que lo decimos con orgullo, como si el caos fuera una habilidad profesional. Pero en el fondo, todos sabemos que el multitasking no es productividad: es ansiedad con Wi-Fi.

El día arranca con notificaciones, mensajes, correos y la voz interior que te recuerda que aún no hiciste lo suficiente para merecer descansar. Desayunas pensando en la reunión, trabajas pensando en el almuerzo y almuerzas pensando en la deuda. A eso le llaman “gestión del tiempo”, pero suena más a vivir en modo buffering.

El multitasking tiene un truco perverso: te hace sentir eficiente mientras destruye tu concentración. Saltamos de una t

See Full Page