La polarización política extrema es una peligrosa, tal vez explosiva, realidad en diversos países en donde tradicionalmente se respetaron las instituciones republicanas fundamentales, entre ellas la independencia del poder judicial. Si esos principios son puestos en duda en naciones en donde rigieron durante siglos, es natural que en la incipiente democracia argentina encuentren un campo propicio.

La generalizada concepción según la cual “mi partido representa el bien y el otro el mal” está agotando las posibilidades del sistema democrático de superar los disensos pacíficamente y de manera civilizada. Si las derrotas electorales no son aceptadas, la consecuencia previsible es que se impongan las visiones totalitarias. A partir de autodefinirse como el único intérprete de la voluntad del p

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