Si algo enseña el reciente episodio del Louvre es que la seguridad en los museos debe concebirse como un equilibrio entre la protección física y la defensa digital. Las amenazas son diversas, los métodos cambian, pero el riesgo esencial sigue siendo el mismo: perder aquello que nos conecta con nuestro pasado y nos enriquece como sociedad.
El robo ocurrido el pasado domingo en el Museo del Louvre de París, en el que delincuentes lograron sustraer joyas de alto valor de la Galería de Apolo vuelve a poner de relieve una reflexión de largo aliento para la criminología aplicada al patrimonio cultural. La seguridad en museos sigue siendo un campo donde coexisten amenazas tradicionales y emergentes , visiones simbólicas y dinámicas criminales y un enorme coste simbólico cuando se produce