Es una de las grandes paradojas de nuestro tiempo. Muchos pastores conservadores predican valientemente una cosmovisión bíblica desde sus púlpitos —defendiendo la vida, el matrimonio y la libertad religiosa—, pero cuando se trata del proceso político, se repliegan en el silencio. Predican sobre la justicia, pero cuando los candidatos cristianos que comparten sus valores piden ayuda —algo tan simple como reunir firmas para aparecer en la boleta electoral—, a menudo se niegan.
Esta renuencia no solo perjudica a los candidatos individuales, sino que debilita la capacidad de la Iglesia para influir en la cultura. Deja el campo libre para aquellos cuyos valores son hostiles a la fe.
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Los pastores de izquierda no tienen tales reparos. Como s

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