Iba de paso en un carro cuando lo vi agitar sus manos llamándome con desespero. “Tengo algo urgente que decirte”, vociferaba a un lado de la calle Dalla Costa, frente a Pan Center.

Pensando en lo peor como casi siempre, me detuve y bajé a escucharlo.

No era nada grave, por cierto, se trataba de su deseo de exteriorizar algo que lo acogota y debía dejar salir para dormir en paz con su conciencia, el deseo irreprimible de agradecer a Lizeta.

Ante tal solicitud, encendí el grabador del celular y lo escuché. Dar las gracias enaltece.

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