El 29 de octubre de 2024 la dana dejó tras de sí una impronta devastadora que demostró la vulnerabilidad del sector de la cultura. Librerías, bibliotecas, editoriales, auditorios, museos, archivos municipales, talleres de creación, empresas de espectáculos, estudios de pintura o grabación, e incluso paisajes cotidianos que nutrían la inspiración de centenares de creadores, se vieron golpeados. El coste del daño es difícil de calcular, aunque la consellería de Cultura lanzó una estimación inicial de unos 153,3 millones de euros en pérdidas. Un año después, las huellas siguen visibles, tanto en los espacios como en los ánimos.

“Ahora estaríamos peor”

“Si volviera a llover como aquel día, estaríamos igual o peor”, reconoce Xelo Bosch, coordinadora de la Asociación de Artistas V

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