Pablo Rodríguez Laurta no huyó. No gritó, no improvisó. Mató a su expareja, Luna Giardina, y a su exsuegra, Mariel Zamudio, en Córdoba. Luego tomó de la mano a su hijo de seis años y se marchó. Caminó por la vereda como si saliera a hacer un trámite, mientras el silencio se instalaba en la casa donde acababa de ocurrir el horror. Fue detenido al día siguiente en un hotel de Gualeguaychú, Entre Ríos, cuando intentaba regresar a Uruguay.
Ante la pregunta social que conmovió desde el primer día, ¿es un enfermo o es imputable?, la licenciada Fabiana Boerr, psicóloga jurídica, advierte, ante Puntal y con rigor profesional: “No podemos evaluar desde la enfermedad lo que en muchos casos es conducta organizada. Cuando hablamos de estas estructuras de personalidad, no aparece de golpe una patolo

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