Un móvil viejo por mil quinientos euros, una navaja por mil, ropa de deporte a cien euros y un simple bollo por cinco euros. Parecen precios absurdos, pero hay un lugar en el que realmente existen. Esto es lo que vale hacerse con algunos de estos productos dentro de una cárcel. Detrás de los muros, donde se supone que nada entra sin control, hay un mercado paralelo. Un móvil puede valer una fortuna. Una navaja, convertirse en un lujo. Y quien tiene dinero, tiene privilegios, aunque esté cumpliendo condena.

“Tengo un móvil que fuera cuesta 15 euros, pero aquí dentro lo he comprado por 300”, “las prisiones son centros de venta de todo tipo de sustancias”, “la cárcel es cómoda si la sabes llevar” o “la realidad supera la ficción”, son algunos de los mensajes escritos con un móvil a Espejo Pú

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