En el corazón de Santa Cruz Acalpixca, entre canales y chinampas que evocan la antigua Tenochtitlán, Yolotzin Cecilia Flores celebra este octubre, 16 años transformando semillas de cacao en arte comestible.

A sus 31 años, empezó con apenas 15, junto a su hermana, en un negocio familiar. «Empecé muy chica», recuerda con una sonrisa que ilumina su taller, donde el aroma dulzón del chocolate puro impregna el aire.

Inicio elaborando calaveritas de chocolate para el Día de Muertos. Las comercializó en un negocio de flores de su prima.

«Iniciamos con ese producto porque siempre fuimos muy cercanas a la venta y al comercio», cuenta Yolotzin. Su familia tenía un puesto de flores en los mercados, y allí veían la efervescencia de la celebración: Ofrendas, colores, tradición.

Pero algo les llamó

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