“Esta niña no caminará nunca. Como mucho, podrá arrastrarse con los codos”. Un médico, con escasa profesionalidad, poca empatía y tacto nulo, soltó esta frase a los padres de Miriam Fernández a los pocos meses de nacer. Tras un parto en el que sufrió falta de oxígeno, la bebé era incapaz de sostener la cabeza y apenas se movía. El diagnóstico fue un mazazo: parálisis cerebral .

Los padres de Miriam, dos adolescentes con una vida muy complicada debido a las adicciones y los problemas económicos, decidieron brindarle a su hija un futuro mejor y la entregaron en adopción . Su nueva familia, un hogar con siete hermanos, se marcó el objetivo de hacer que Miriam pisara fuerte en la vida. La receta: “esfuerzo, entrega y amor”. Y mucha constancia. A sus 35 años, Miriam camina con la ayuda

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