Las reiteradas advertencias en torno al estado de salud mental del presidente de Colombia han alcanzado su punto más extremo, pues es evidente que Petro ha perdido la conciencia plena de sus actos y declaraciones, y el mandatario actúa con una alarmante desconexión respecto a las consecuencias jurídicas, diplomáticas y sociales de sus cada vez más ridículos pronunciamientos e infundadas narrativas. La Casa de Nariño, otrora símbolo de liderazgo y mesura institucional, parece hoy el albergue de un chiflado que arriesga el bienestar general por su egoísmo crónico e invencible obstinación, que fractura, de paso, todo orden político y estabilidad económica del país.
En el ámbito internacional, Colombia atraviesa con Estados Unidos la crisis diplomática más grave de su historia. Lo inverosímil