Desde que Gerardo Werthein llegó al Ministerio de Relaciones Exteriores hace exactamente un año, la dinámica de la Cancillería argentina cambió. Las áreas políticas empezaron a quedar cada vez más relegadas para darle paso a las comerciales y económicas.
Mucho se demoró en comenzar una reestructuración interna que nunca se terminó de concretar por completo. Se especuló con que distintas áreas, direcciones y secretarías se podían unificar, pero lo único que se consolidó fue una dinámica interna hiperverticalista en donde hasta las más pequeñas decisiones tenían que pasar por la oficina del canciller en el piso 13 del edificio de Arenales y Esmeralda.
Werthein se rodeó de los leales con los que había trabajado durante su paso como embajador en Washington. Un equipo capacitado y profesional