Desde el mismo momento que se conoció el robo de las joyas napoleónicas en el interior del Louvre de París, Francia inició dos carreras paralelas donde se buscaba tratar de recuperar parte del botín. La primera no le duró mucho. Al día siguiente constató que no iba a recibir ni un euro por parte de los seguros porque lo impedía la ley francesa. La segunda y más complicada, es una carrera contrarreloj, porque cada segundo que pasa es una pieza que posiblemente no se podrá recuperar.

Un mercado negro global. Contaba esta semana The Wall Street Journal que el asalto al Louvre ha activado inmediatamente el ecosistema semiclandestino por el que circula el arte robado y, en particular, las joyas históricas: un circuito internacional que mueve miles de millones y que conecta talleres de

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