Por Fernando del Rio

Esta es la historia de un joyero turco llamado Sevan Arslan que en el año de la pandemia decidió organizar “El Gran Robo”. Aquel 2020 su joyería de calle Libertad, en Buenos Aires, se transformó en la base de operaciones para planificar el golpe que iba a perpetrarse a 404 kilómetros de allí: en Mar del Plata.

Asegurar que esto fue así no es una imprudencia periodística, ya que Arslan acaba de recibir una condena por parte de la Justicia tras acordar un juicio abreviado en el que reconoció su culpabilidad.

Lo que se reconstruye en esa sentencia firmada por el juez Gustavo Fissore es la trama de un hecho de narrativa cinematográfica , un robo de escándalo, no solo por lo minucioso de su preparación sino por las consecuencias impensadas que arrojó y que permitió

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