Vivimos en una época en la que la inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en una realidad omnipresente . Está en nuestros teléfonos, en nuestras casas, en las escuelas, en las empresas y, cada vez más, en nuestras decisiones. Lo que comenzó como una herramienta de ayuda ahora amenaza con convertirse en una muleta de la que dependemos en exceso.

Uno de los efectos más preocupantes es cómo esta tecnología está fomentando una pereza intelectual sin precedentes . ¿Para qué esforzarse en escribir, razonar o incluso pensar, si una máquina puede hacerlo por nosotros en segundos? Estamos delegando habilidades esenciales que costaron siglos desarrollar, como el pensamiento crítico, la escritura reflexiva o la creatividad , a sistemas que no entienden

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