El desafío de mantener el equilibrio de un vaso con una vela encendida sobre la cabeza, mientras se ejecuta un zapateado vigoroso, ha convertido al Baile de la Bruja en una de las expresiones más singulares y reconocibles del folclore veracruzano.

Esta práctica, que combina destreza, ritmo y control, no solo añade un elemento visual cautivador, sino que refuerza el carácter místico y simbólico de La Bruja , uno de los sones jarochos más antiguos y emblemáticos de México.

La vitalidad de esta pieza radica en su transmisión oral , que ha permitido su evolución a lo largo de generaciones. Sin un autor conocido ni una fecha precisa de creación, La Bruja se ha consolidado como un referente anónimo y colectivo , moldeado por la memoria y la creatividad de los músicos del Sotavent

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