Andy Warhol está encogido, con una cicatriz que le parte el abdomen y una faja para sostenerlo. Los tonos son de quirófano: helados.

Es 1970 y hace dos años que Valerie Solanas le disparó en The Factory , semillero de artes y delirios que él, cerebro y divo del pop, lideraba en Nueva York.

“Warhol ya no era el ícono inalcanzable, era un hombre frágil, y eso es lo que quise mostrar. La vulnerabilidad también es belleza”, explicó Alice Neel , la pintora de ese cuadro, en una entrevista para el Museo Whitney de esa ciudad.

Así retrataba Neel. No pintaba rostros, pintaba vidas. Se definió perfectamente: “ Soy una coleccionista de almas".

Andy Warhol por Alice Neel. Foto: archivo

Alice Neel usó estrategias expresionistas (deformación de cuerpos y juegos de luces y sombras)

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