Quien sabe en qué iba pensando Cristian Humberto Pinzón Gamboa el jueves en la noche, atravesando por la solitaria Diagonal 15 de Bucaramanga a las 11:30. La potencia de su Yamaha XTZ 150 permitía que la brisa acariciara su rostro por última vez, despejando cualquier maldad del imaginario; ese ‘relax croos urbano’ en dos ruedas fue perfecto para quienes ya lo seguían.

Dos asesinos garantizarían que esta vez no habría nueva oportunidad. Habrían de asegurarse que fuera así agujeréandole la humanidad con todos los proyectiles que hacían vibrar el proveedor que le descargarían.

Aquellos sanguinarios, como zorros al acecho, se mantuvieron a disancia prudente durante varios metros, hasta que se le acercaron y el parrillero lo tuvo en punto de mira.

No hubo contemplación. El criminal solo habr

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