José Luis Ábalos sufre una especie de ostracismo en el Congreso de los Diputados. Él, que antes de que estallaran los escándalos de corrupción era una figura habitual del patio de la Cámara Baja, ahora apenas se deja ver. Casi nunca sale de su despacho para evitar a los periodistas y a sus antiguos compañeros del partido, y si lo hace es sólo para votar. Sin embargo, muchas veces incluso opta por solicitar el voto telemático y ni siquiera tener que presentarse en el Hemiciclo, un terreno muy hostil para él ahora mismo.

Pero tener un escaño en el Congreso ofrece una serie de derechos y hay uno en concreto que a Ábalos sí le gusta ejercitar: el derecho a preguntar al Gobierno. La única actividad que Ábalos realiza actualmente como diputado, según la propia web de la Cámara Baja, es la de

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