En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial los cómics estadounidenses costaban $500 yenes por número. Una pequeña gran fortuna para los bolsillos dañados de la población japonesa. Aunque seguidor irredento de las aventuras de Superman , para el joven Osamu Tezuka , como la gran mayoría de niños y adolescentes nipones, comprar un ejemplar de las últimas peripecias de sus superhéroes favoritos, era una quimera. Una utopía inimaginable de hacer realidad. Dicen, en uno de esos mantras insoportables en tiempos de estrecheces, que crisis en chino significa oportunidad. En japonés, quizás, la traducción debe ser similar. Cuando menos, Tezuka hizo de las penalidades uno de los movimientos culturales populares más relevantes del siglo XX .
Un chico estelar
Osamu Tezuka estudiaba

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