El 18 de septiembre de 1990 The New York Times publicó un reportaje sobre una fortuna española y un pueblo andaluz. “El futuro de Estepona está a punto de transformarse, no por los gustos de los turistas ni por la codicia de los promotores actuales, sino por decisiones tomadas hace décadas que sólo se han conocido hace poco”, contaba el enviado especial Alan Riding, fascinado por un “cuento lorquiano” de resonancias atávicas irresistibles: una historia de curas y obispos, dineros y matrimonios sin descendencia en un rincón del Mediterráneo donde “el pasado sobrevive” y “todos saludan a todos”.

Aquella fortuna recién descubierta provenía de la herencia de la familia Nadal-Guerrero, personas pías hasta el fervor, y se había concentrado en un fabuloso patrimonio inmobiliario que tenía su destino sellado en escrituras y testamentos secretos: debía servir al pueblo de Estepona (Málaga), al de Ontinyent (Alicante), a sus parroquias y a sus jóvenes para que ellos y sobre todo ellas pudieran estudiar en la Universidad, si era católica mucho mejor.

35 años después, el futuro ha transformado Estepona, que ya no es pueblo de pescadores sino que descuella como vértice del triángulo de oro de la Costa del Sol que conforma con Marbella y Benahavís. Sin embargo, el destino de la fortuna, troceada hace tiempo, sigue siendo una meta moviente que aparece y desaparece, como un conejo de una chistera mientras el mago hace su truco.

En este tiempo, la aspiración post mortem de José Nadal, María Catalina Nadal y Antonia Guerrero no se ha concretado, pero ha servido para que metan mano en esta historia media docena de alcaldes, dos o tres curas, el Obispo de Málaga y el de Mallorca, una oscura empresa de la alta sociedad madrileña quebrada en extrañas circunstancias, Unicaja y otra decena de bancos, el empresario Juan José Hidalgo y el comisario retirado José Manuel Villarejo, entre muchos otros.

Certificado de últimas voluntades | Archivo de Juan Ordóñez Bazán

Tal y como este medio ha venido contando, el destino del legado acaba de reaparecer como señuelo. El alcalde y presidente de la Fundación Antonia Guerrero, José María García Urbano (PP), lleva tiempo prometiendo el desembarco de la universidad, y un empresario, Jorge Segovia, dueño de una institución académica rechazada en Chile y por el Ministerio en España, ha vuelto a registrar una solicitud de implantación de una universidad en Estepona ante la Junta de Andalucía. La clave de bóveda sería el dinero, 68,5 millones de euros, que Kronos se ha comprometido a pagar tras la subasta de unos valiosos terrenos de la Fundación Antonia Guerrero donde caben 1.500 viviendas. El suelo para la Universidad está reservado desde hace años junto a las parcelas, igualmente provenientes del legado, donde Juan José Hidalgo proyecta levantar un lujoso resorte turístico.

Unos tres millones de metros cuadrados de una familia sin descendientes

La operación ha devuelto a la actualidad la historia antigua del legado inmobiliario de la familia Nadal Guerrero, alrededor de tres millones de metros cuadrados, calificados inicialmente como rústicos, y por tanto pendientes de una reclasificación para poder obtener un rendimiento de ellos.

Nadie es capaz de concretar con precisión la superficie total del legado, que se pierde en una maraña de ventas, permutas y excesos de cabida. “Oscila entre los 2,5 y los 3 millones de metros cuadrados”, apunta Francisco Medina en su reciente libro Desheredados , en el que traza un exhaustivo recorrido histórico para el que ha buceado en registros, fuentes documentales y testimonios orales.

El punto de partida está en dos primos: Cristóbal Navarro y Antonia Guerrero, fallecidos sin hijos en 1921 y 1928, respectivamente. Todos sus bienes recayeron entonces sobre tres sobrinos, igualmente austeros y beatos: Carmen, José Antonio y María Catalina Nadal Guerrero, fallecidos los tres también sin descendencia.

De ese modo, María Catalina, la última en morir, concentró en sus manos todo el patrimonio inmobiliario de la familia, y volvió a dividirlo en lotes con distinto fin: para la Fundación José Nadal los bienes heredados de José Nadal; para la Fundación Antonia Guerrero los provenientes de Antonia Guerrero (parte de los cuales se acaban de subastar); y los propios, para la Iglesia los Remedios de Estepona y otras cinco entidades religiosas de la ciudad malagueña y de Ontinyent.

Durante una década, la que va desde su fallecimiento (1978) al del Padre Manuel (1988), la voluntad de María Catalina permaneció secreta y latente. El fallecimiento del párroco de Estepona, quien había preservado con celo todos los bienes, dio paso a que Teodoro Úbeda, antiguo confesor familiar y Obispo de Mallorca, asumiera el albaceazgo. Fue Úbeda quien descubrió la voluntad oculta de la mujer, y quien se dispuso a llevarla a cabo.

Llegamos así a 1990, cuando Manuel Sánchez Bracho, alcalde de CDS, declara a quien quiera escucharle, entre otros The New York Times , que el pueblo se ha encontrado un maná que lo cambiaría para siempre.

Venta de casi todo el legado a precio de saldo

Entonces empieza a hablarse de la posibilidad de atraer una universidad a Estepona, aunque tal designio, como recuerda Medina en su libro, no aparecía por escrito en ningún documento. Siguiendo la voluntad de su tía y su hermano, María Catalina sí quiso que las dos fundaciones tuvieran una finalidad benéfica y docente. En concreto la Antonia Guerrero debía cumplir la voluntad de esa mujer, quien murió en 1928 frustrada por no haber podido estudiar carrera: “Costear los estudios de mujeres pobres de dicho pueblo, dando preferencia a las carreras de Leyes y Filosofía y Letras”.

Úbeda llegó a un acuerdo con la Universidad Pontificia de Salamanca para abrir una sucursal en Estepona, pero antes debía lograr la recalificación del suelo y pactar con los colonos que explotaban las tierras. Además, tenía tutela: para ejecutar toda la operación urbanística, la Conferencia Episcopal había impuesto una promotora intermediaria, Corporación de Promotores Europeos, S.A. (COPRESA), creada para la ocasión, dirigida por José Navarro López (próximo, según algunas fuentes, al portavoz del Vaticano Joaquín Navarro Valls) y participada por notables de la alta sociedad madrileña y el vicesecretario de la Conferencia Episcopal.

“Yo pregunté al cura de Estepona qué íbamos a hacer con la Herencia Nadal, y me dijo que el poder se lo había dado al Obispo”, recuerda Mariano Cabanillas, un antiguo corredor de fincas muy cercano a esta historia, que conoce mejor que nadie. “Así que llegaron con su propaganda, diciendo que iban a construir la Universidad”.

Con el señuelo del plan de Estepona, COPRESA fue utilizada para tapar fraudulentamente agujeros de otros proyectos, según se demostró luego. Pidió unos nueve millones de euros a una docena de bancos, que Úbeda, como albacea, avaló con el legado. Y cuando el préstamo venció, en 1994, el dinero se había esfumado (se pagaron 75 millones de pesetas para recalificar Guadalobón y 200 millones a los colonos, según Cabanilas) y COPRESA apenas había devuelto tres de los 12 millones que le reclamaban. Tras años de litigios, y para saldar la deuda que ya iba por nueve millones, Unicaja llegó a un acuerdo con el resto de bancos acreedores y se quedó con la mitad de los terrenos, 1,5 millones de metros cuadrados .

Diario de Mallorca, 17 de septiembre de 1993 | Archivo Histórico Municipal de Estepona

De golpe y porrazo, la mitad de la Herencia Nadal había desaparecido. Úbeda, un obispo de carácter aperturista murió en 2003 tras ver cómo su plan para cumplir la voluntad de María Catalina había esquilmado el caudal del legado y acrecentado el botín de quienes se mueven bien en las aguas del poder, sin que la universidad ni siquiera se atisbara. Según transmitió, actuó desconociendo los avatares financieros de COPRESA y por indicación de una persona del ámbito eclesiástico cuya identidad nunca reveló. “Los sinsabores por el fracaso económico de aquella operación -que le diseñaron- le causaron gran dolor y mella en su estado de ánimo”, resumía el obituario de El País .

“¿Qué ha obtenido Estepona?”

Con la mitad del legado ya en manos privadas, el nuevo albacea Antonio Dorado, obispo de Málaga, vendió en agosto de 2005 el último trozo del pastel a Globalia , propiedad del empresario Juan José Hidalgo, a cambio de entre 60 y 120 millones de euros , según las fuentes. Así “se consigue allegar los fondos necesarios para atender al pago de los legados, así como (...) la realización de unos proyectos previstos en beneficio de Estepona y de sus más necesitados ciudadanos”, decía el anuncio público del Obispado.

Y en noviembre de 2005, apenas cuatro meses después de comprar la parte del Obispado, Hidalgo completó la operación quedándose a título personal la mitad de los terrenos (25% del total) que Unicaja se había adjudicado tres años antes para saldar la deuda de COPRESA. Aquí el rastro del dinero ya se pierde: el banco entregó a Hidalgo los terrenos, y en una operación paralela se hizo con el 7% del capital de Globalia por 31,5 millones de euros . Hidalgo ha dicho en alguna ocasión que pagó “religiosamente a los obispos y a Unicaja” 35.000 millones de pesetas (unos 210 millones de euros). Globalia, que veinte años después ha logrado el respaldo del Gobierno andaluz para levantar un resort de lujo en esos terrenos , ha declinado participar en este reportaje.

En todo caso, el dinero de la venta se esfumó como la bolita de un trilero, y la indignación cuajó en Estepona por el uso del dinero que el Obispado sacó con la venta. “¿Dónde fue? Yo escribí al Obispado pidiendo explicaciones y los Estatutos de la Fundación Nadal, y lo que hicieron fue disolverla. El Obispado fue cómplice número 1 de estos robos”, recuerda hoy Cabanillas.

Lo mismo se preguntaba el consejo Pastoral de la Parroquia de los Remedios en una carta dirigida al Obispado en agosto de 2011. Y se contestaba: se perdieron 1.200 millones de pesetas en la quiebra fraudulenta de COPRESA y de lo cobrado por la venta, el Obispado traspasó el 90% “de forma unilateral” a una cuenta del Fondo Diocesano de Ayuda, sin informar a los esteponeros de cómo se administra o lo invierte. Cuando el párroco de Estepona se puso del lado de su parroquia y pidió explicaciones de las cuentas, el Obispado lo trasladó a Arriate en 48 horas.

Firma de los representantes de COPRESA con el Ayuntamiento y la Universidad Pontificia de Salamanca, recogida por una revista de la época | Archivo Histórico Municipal

La quiebra de COPRESA, calificada fraudulenta, no se cerró hasta el 1 de febrero de 2023, mediante un auto del juzgado de primera instancia 14 de Madrid que declaró la insuficiencia de sus activos para responder a sus deudas. Nunca se impulsó la vía penal, aunque los síndicos de la quiebra se llevaron las manos a la cabeza cuándo comprobaron cómo se había gestionado la sociedad. “Netamente deplorable en todos los sentidos”, escribieron, tal y como recoge Medina en su libro.

Hace ya tiempo que el legado fue desmembrado de sus trozos más jugosos, que alimentan desde entonces las expectativas de boyantes negocios inmobiliarios. “Lo que debió convertirse en motor de desarrollo acabó enredado en entramados turbios, contratos opacos y gestiones privadas que poco o nada tenían que ver con el espíritu del testamento”, escribe Juanma Rodríguez, periodista esteponero, en el prólogo a Deshereados : “Uno no puede evitar pensar que la familia Nadal, al completo, debe estar revolcándose en sus tumbas”.