En 2014, México rebosaba optimismo. La histórica reforma energética de 2013-2014 había abierto el sector de los hidrocarburos a la inversión privada y extranjera por primera vez en casi ocho décadas. Las empresas petroleras internacionales se alinearon para pujar por bloques de exploración y producción, aportando tecnología, capital y experiencia global. Los responsables políticos prometieron que la producción petrolera mexicana , que entonces rondaba los 2.4 millones de barriles diarios, volvería a aumentar pronto, tras años de descenso.
Ese mismo año, Guyana , un pequeño país sudamericano con menos de 800 mil habitantes, no tenía producción petrolera. Era una de las naciones más pobres del hemisferio, dependiente de la agricultura y la minería, con un modesto PI

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