Dublín es una ciudad que se descubre calle a calle, con ese aire bohemio que combina tradición, arte, música y una vida nocturna inconfundible. No tiene los grandes bulevares de París ni los barrios imperiales de Londres, pero cada rincón de la capital irlandesa cuenta una historia —y normalmente, con una pinta de Guinness en la mano. Desde el bullicio de Temple Bar hasta el moderno perfil de los Docklands , recorrer sus barrios es entender la esencia de Irlanda: hospitalaria, creativa y con una melancolía alegre que lo impregna todo.
El corazón de la ciudad: el centro de Dublín
El centro de Dublín es el punto de partida inevitable. Dividido por el río Liffey, el norte y el sur de la ciudad se conectan por puentes que son casi tan emblemáticos como sus monumentos. En la ribera sur se concentran los principales museos, como el National Gallery o el Irish Museum of Modern Art, mientras que en la parte norte se respira un ambiente más local, con mercados, librerías y tiendas vintage.
Aquí también se encuentran lugares clave como el Trinity College , la universidad más antigua de Irlanda, famosa por albergar el Book of Kells , un manuscrito iluminado del siglo IX. A pocos pasos está Grafton Street , una de las calles comerciales más animadas de Europa, donde los músicos callejeros aportan banda sonora al paseo.
Moverse por el centro es sencillo: la mayoría de lugares se alcanzan caminando, y el transporte público —autobuses, tranvías y bicicletas— funciona con precisión irlandesa.
Temple Bar: el alma bohemia de Dublín
Si Londres tiene Camden y París su Quartier Latin, Dublín tiene Temple Bar . Este laberinto de calles adoquinadas junto al río es el corazón cultural y nocturno de la ciudad. De día, rebosa galerías, tiendas de arte, librerías independientes y cafés llenos de vida; de noche, la música tradicional se escapa de cada pub, con violines, guitarras y voces que convierten cualquier esquina en un pequeño concierto improvisado.
El famoso The Temple Bar Pub da nombre a toda la zona, pero más allá del turismo, este barrio conserva su esencia dublinesa: un lugar donde todo el mundo acaba hablando con desconocidos y donde los brindis se repiten sin mirar el reloj. Además, a pocos pasos se encuentra el Ha’penny Bridge , el icónico puente blanco de hierro que une las dos orillas del Liffey.
Dublín georgiano: elegancia y simetría
Hacia el sur del centro, entre parques verdes y calles ordenadas, se extiende el Dublín georgiano , una zona que conserva el esplendor arquitectónico del siglo XVIII. Aquí vivía la alta sociedad de la época, y aún hoy se pueden admirar sus fachadas de ladrillo rojo, con puertas de colores brillantes y enrejados de hierro forjado.
Pasear por Merrion Square o Fitzwilliam Square es como viajar atrás en el tiempo. En este barrio se encuentran también la casa natal de Oscar Wilde y el Museo de Literatura de Irlanda, lo que lo convierte en una parada obligada para los amantes de las letras. Además, muchos de sus edificios albergan embajadas, oficinas y universidades, por lo que combina el encanto histórico con el ritmo moderno.
The Liberties: tradición y carácter
A pocos pasos de Temple Bar, el barrio de The Liberties ofrece una cara más auténtica y tradicional de Dublín. Nació como una zona con cierta autonomía respecto al resto de la ciudad, y su carácter independiente aún se percibe en sus calles estrechas, sus mercados y su mezcla de lo viejo y lo nuevo.
Aquí se encuentra uno de los grandes templos del país —y no hablamos de religión, sino de cerveza—: la Guinness Storehouse , la fábrica original de la bebida más famosa de Irlanda. Además, el barrio alberga iglesias históricas como la de St. Patrick’s Cathedral , donde el escritor Jonathan Swift fue deán. Es un lugar perfecto para perderse entre lo industrial, lo histórico y lo cotidiano, con un ambiente genuinamente dublinés.
Los Docklands: el Dublín del futuro
En la zona este, donde el Liffey se abre hacia el mar, se levanta el Dublín más moderno: los Docklands . Antiguamente, era una zona portuaria decadente, pero en los últimos años se ha transformado por completo. Hoy, sus edificios de cristal y acero albergan sedes de gigantes tecnológicos como Google, Meta o Airbnb, ganándose el apodo de “Silicon Docks”.
Entre rascacielos y oficinas, el barrio ha sabido conservar su aire marítimo, con muelles, restaurantes con vistas al río y el Samuel Beckett Bridge , un puente con forma de arpa —símbolo nacional de Irlanda— diseñado por Santiago Calatrava. Es la cara contemporánea de Dublín, la que mira al futuro sin olvidar su pasado.

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