El vacío que deja cuando lo que antes era respiración se convierte en rutina. Ese silencio se rompió en un set de filmación en Atlanta , entre escenas de telas flotantes y voces que no eran las suyas, pero que, de algún modo, la devolvieron a sí misma.
“No fue un despertar. Fue un regreso” , dijo en una entrevista reciente. No hablaba de Glinda. Hablaba de la chica que escribía canciones en su cuarto a los 16, con audífonos puestos y el mundo afuera como un ruido de fondo. El rodaje de Wicked no la cambió: la recordó.
Entre tomas, mientras esperaba el maquillaje o entre retoques de peluca, grababa fragmentos en su teléfono. Melodías que no pensaba compartir. Letras que no tenía nombre. No era un plan. Era una necesidad. El ritmo de la película —esa mezcla de magia, presión y soled

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