El cine ha mirado siempre a cualquier práctica sexual que se aleje de las marcadas como ‘normales’ y ‘habituales’ en una relación heteronormativa con prejuicios. Lo decía el cineasta Ira Sachs hace un par de años, cuando su película Passages, fue marcada con la peor calificación por edades posible en EEUU debido a sus explícitas escenas de sexo gay. Sachs denunciaba una mirada absolutamente normativa y heterosexual al cine que hacía que todo lo que fuera distinto siga siendo tabú.

Si el sexo gay lo es, imaginen el sexo gay con un componente de sumisión y dentro del BDSM /bondage, dominación y sadomasiquismo). La prueba es que una de las pocas películas que se han atrevido a adentrarse en ese campo fue Cruising, el thriller setentero de William Friedklin que fue muy criticado por la comunidad LGTB por la imagen que daba de sus hábitos sexuales. Poco ha ayudado una novela como 50 sombras de Grey, donde las fantasías de dominación no pasaban nunca por el consentimiento real, y se justificaban como desviaciones mentales del protagonista, cuyo trauma infantil le hacía querer ser así.

En los últimos años miradas femeninos como la de Halina Reijn en Babygirl han planteado preguntas incómodas: ¿puede una fantasía de sumisión ser feminista?, ¿puede haber realmente consentimiento cuando la relación de poder se hace efectiva en la propia práctica sexual? Abría un melón que Pillion recoge e incluso lo complica, ya que el inteligente y sorprendente debut de Harry Lighton en el largometraje plantea las mismas cuestiones sobre toxicidad y consentimiento dentro de una relación de dominación entre dos hombres. Uno, Ray, al que interpreta Alexander Skarsgard, es el líder de una banda de moteros gays que disfrutan de prácticas sexuales y de relaciones de dominación.

Tienen prácticamente esclavos a los que compran collares y candados y a los que les hacen chupar sus botas entre otras muchas cosas que la película muestra de una forma desprejuiciada. Ese es su principal acierto. Pillion no censura, muestra, incluso desde los códigos de una película que podría ser un drama romántico, la relación entre dos personas que, a priori, aceptan las reglas de su relación sexual e incluso sentimental. ¿Hasta qué punto es posible el consentimiento?, ¿cómo de tóxica es una relación así?, ¿lo es más que una relación heterosexual normativa?, ¿cualquier relación, incluso la maternofilial está guiada por una jerarquía y por quien tiene poder sobre quién?

Todo ello lo lanza al espectador Lighton entre escenas de sexo BDSM, primeros planos de penes con piercing y otras prácticas que pueden chocar, pero que aborda sin morbo. No hay una voluntad de escandalizar, aunque es consciente de que lo consigue. Para ello se ha apoyado en la interpretación y, también hay que reconocerlo, el imponente físico del actor sueco, que desde que pasó por Cannes —donde el filme se convirtió en una pequeña sensación desde la sección de Un certain regard—, se ha paseado por las alfombras rojas jugando con el imaginario fetichizado del BDSM y con los miembros reales del Gay Bikers Motorcycle Club que se interpretan a sí mismos en el filme.

Las escenas de sexo eran fantásticas desde el guion porque todas y cada una de ellas tenían un desarrollo del personaje dentro de la escena

Alexander Skarsgard Actor

La premiere española de Pillion en Seminci era ya uno de los acontecimientos de la semana de cine de Valladolid. Pero cuando pocos días antes de su proyección se anunció la presencia de Alexander Skarsgard ya se convirtió en la cita ineludible de esta edición. El actor visitó la ciudad fugazmente. Lució uno de los looks a los que tiene acostumbrados en la promoción del filme —bermudas de, cómo no, cuero desafiando el frío pucelano—, y dio una rueda de prensa para hablar del filme.

Skarsgard dejó claro que no le parece que el filme sea tan arriesgado como muchos quieren creer. “Nunca me pareció arriesgado. Nunca me dio miedo, simplemente... Me interesó la premisa, porque muchos guiones son como versiones de películas que ya he visto antes. A veces, incluso en guiones que disfruto mucho pienso: ‘Esto es genial, pero es esta película o aquella’. Es raro encontrar algo tan original y sorprendente. Cuando lo leí, pensé... Bueno, una película de motociclistas gays y kinks. Y luego vi que era dulce y tierna, un coming of age y también una historia de amor. Era una historia rica y profunda y un personaje bellamente escrito”, dijo el actor.

En la rueda de prensa salió el tema sobre si el cine se ha vuelto mojigato y el sexo está desapareciendo de la pantalla. Para Harry Lighton no es del todo cierto, y recuerda los dramas de época que llenan las plataformas donde “hay mucho sexo, pero siempre rodado igual, los mismos primeros planos, el sudor que recorre la espalda, las manos que se agarran”. Su intención era “aproximarse al sexo de una forma incluso más naif, torpe y hasta con humor”, eso sí, nunca con la “intención de provocar deliberadamente”.

Alexander Skarsgard y Harry Lighton en la premiere de 'Pillion' en Seminci

Skarsgard dicta sentencia a continuación: “A menudo el sexo es aburrido en el cine La acumulación de tensión entre los personajes suele ser más divertida antes de que se metan en la cama. Cuando ya pasa, esa tensión desaparece. Entiendo que no queremos ver a la gente tener sexo durante 17 minutos y medio. Esa es la duración media de una relación sexual. No lo digo específicamente por mí”, dijo entre risas y añadió que en Pillion “las escenas de sexo eran fantásticas desde el guion porque todas y cada una de ellas tenían un desarrollo del personaje dentro de la escena”. “Están ahí por una razón, no solo para decir, oye, mira a estos tipos teniendo sexo en el bosque. Su primera mamada, la primera vez que tiene relaciones sexuales, la primera vez que tiene un orgasmo… son grandes momentos para los personajes”, concluyó.

También abordó el tema de sus trajes en las alfombras rojas, llenos de cuero, transparencias y mostrando su físico. “No sé muy bien cómo responder a eso. No ha sido una decisión consciente. Ha sido una inspiración espontánea. Obviamente, estaba pasando tiempo con los motociclistas de la comunidad gay y el resto de la gente de la película. Sabía que un par de ellos vendrían al estreno mundial en Cannes. Y sabía que no aparecerían con trajes grises. Y eso me emocionó un poco. El tono de la película me inspiró a divertirme un poco más. Parece que la gente espera que las mujeres sean más juguetonas con su ropa y como hombre se supone que debes aparecer en esmoquin y eso me parece bastante aburrido”, confesó.

El actor no cree que haya un binarismo en los proyectos. No todo es una película independiente europea o una gran producción de EEUU y se siente afortunado de “poder alternar entre géneros y presupuestos”.