El accidente cerebrovascular (ACV), que suele ser visto como una enfermedad que afecta a la tercera edad, ya no respeta las barreras generacionales. Desde hace tiempo se viene registrando un cambio de perfil preocupante.
Cada vez más personas menores de 55 años sufren este tipo de episodios. Se trata de un fenómeno que desafía las estrategias de prevención y que tiene un impacto considerable en la salud y en la vida laboral y familiar de los pacientes.
Los datos son preocupantes y exigen respuesta en la medida de los riesgos que relevan. La incidencia de ACV en adultos jóvenes viene creciendo de manera sostenida. Y se prevé que podría ser peor en el futuro.
Según un estudio publicado en la revista científica The Lancet, se pronostica un incremento de la mortalidad global del 50% para 20

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