“Sube la pierna izquierda al escalón, luego la derecha, estírate hacia dentro, mira a la izquierda”, indica al visitante uno de los guías, justo antes de encender la luz e iluminar la cavidad. “¡Buah, qué pasada! ¡es alucinante!”, exclama el turista al ver por primera vez la geoda de Pulpí .

Salvo el personal autorizado, no se puede acceder a su interior, tanto por la seguridad de las personas como por la de los frágiles y traslúcidos cristales que tapizan la cavidad. Lo que sí se puede es admirar su increíble belleza durante unos instantes, y después hacerse una foto junto a la pequeña entrada.

Esta maravilla geológica la descubrieron a finales de 1999 miembros del Grupo Mineralogista de Madrid (Efrén Cuesta, junto a su hermano, padre y otros compañeros) mientras recorrían la aba

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