Alemania asiste a un cambio político que inquieta a todos los partidos tradicionales. Los ultras de Alternativa para Alemania (AfD) no dejan de escalar en las encuestas y alcanzan ya cifras inéditas desde su fundación en 2013. Según los últimos sondeos, la formación de Alice Weidel y Tino Chrupalla se sitúa en torno al 25% de la intención de voto a nivel federal, por delante incluso de la Unión Cristianademócrata (CDU) del canciller Friedrich Merz. En algunos Estados del este, como Sajonia o Mecklemburgo-Pomerania Occidental, la formación populista roza o incluso supera el 40%, consolidando su dominio en una región que se siente cada vez más desconectada de la política de Berlín.

La ola ultraderechista no es nueva, pero el salto cualitativo de las últimas semanas ha encendido las alarmas

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