Tampoco se volvió loca buscando hipotecas. No sabía de números, solo de trabajar para llenar cada día del mes de lo necesario y poder sofocar las ganas, aportando algo a una hucha común que rezaba «hogar» en rotulador negro enmarcado en un corazoncito rojo. Así que, cuando en su cabeza echó las cuentas justas, creyó que era el momento de romperla y activar el deseo. Había conseguido unos cinco mil euros «me llega para una entrada», se dijo resolutiva. Y comenzó a mover ficha. Un banco, dos inmobiliarias y un pisito a las afueras, interior, con dos habitaciones y un baño. Vamos, «mi nido». Y a pasos fue pagando la mensualidad que requerían aquellos 50 metros cuadrados compartidos con el banco. Fue pasando un año, después otro…Aquel nido la vio romper el cascarón de esposa y madre. Crecer co

See Full Page