En Mainqué, un pueblo que todavía conserva la calma del río y el ritmo de las chacras, la Bodega Miras se ha convertido en parte de la identidad local. No es solo un emprendimiento vitivinícola : es una historia de encuentro entre una familia y una comunidad que se reconocen en los mismos valores: el trabajo paciente, el respeto por la tierra y la sencillez cotidiana.

“Cuando llegamos acá, la gente nos recibió muy bien. Empezamos a ir a la panadería, a la verdulería, a los negocios del pueblo, y enseguida sentimos esa cercanía”, cuenta Marcelo Miras, enólogo y propietario de la bodega. Esa relación se mantiene viva: la bodega compra insumos localmente, participa en las actividades del pueblo y abre sus puertas a visitantes que buscan conocer una parte esencial del alma patagónica.

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