Subí las escaleras del edificio de 20 de Noviembre cercano a Mesones. Iba a despedirme del exbasquetbolista de la selección nacional Víctor Kuri, con quien había establecido, con él y su extraordinaria familia, su esposa Guillermina y sus hijos Max, Víctor, Guillermo (QEPD) y Maye, una gran amistad.

Meses atrás, corrían los albores de la década del 70, les enseñaba a nadar a sus cuatro niños en su residencia del Pedregal de San Ángel. -Señor Kuri, le tengo una noticia —le dije. -Yo le tengo otra, dígame la suya; usted primero. -Vengo a despedirme porque voy a irme a vivir a Tepic, Nayarit. -Acompáñeme —respondió—. -Acabo de comprar una alberca para que usted la dirija. Mi vida dio un giro de 360° ante la oportunidad de probar lo que aprendí en mi etapa de nadador del equipo de la UNAM y p

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