La muerte de una niña en Hermosillo por la picadura de un alacrán no fue un simple accidente, sino la consecuencia visible —y dolorosa— de un entramado de omisiones institucionales que lleva años gestándose. Ocurrió en el preescolar Ignacia E. de Amante, en pleno centro de la ciudad. El insecto apareció en el baño; la menor fue trasladada en patrulla porque la ambulancia no llegaba, y al ingresar al hospital del IMSS no había suero antialacrán disponible. Murió menos de dos horas después. Detrás de ese cúmulo de fallas hay un país que dejó de sorprenderse ante la tragedia y una ciudadanía que ha normalizado el desastre.
Lo que parece un hecho fortuito revela un abandono estructural: la falta de inversión en mantenimiento básico, tanto en escuelas como en hospitales. Detrás de una picadura

Proyecto Puente Hermosillo

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