Texto y fotografías de María Ruiz

En el camino de terracería que lleva a Portezuelos, el polvo cubre todo: los arbustos, las piedras, los triciclos en los que algunos niños y niñas llegan al Preescolar comunitario de Nuevo Amanecer, una pequeña localidad del municipio de Cerro de San Pedro, San Luis Potosí.

El sol cae fuerte. Las láminas del techo reflejan el calor y el aire seco levanta pequeños torbellinos frente a una puerta amarilla donde unas manitas pintadas anuncian que ahí, pese a todo, hay escuela.

Dentro del aula, once niños y niñas de entre tres y cinco años repiten colores, aprenden canciones y dibujan lo que imaginan.

El espacio es reducido. Las bancas, remendadas una y otra vez con clavos y listones de madera, sostienen los cuadernos de quienes aprenden las primeras letra

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