Ya lo dice la canción: Sevilla tiene un color especial . Y es verdad. La luz aquí es bonita todo el año, pero en otoño se vuelve aún más cautivadora . Se tiñe de reflejos dorados, acaricia las fachadas y suaviza los tonos del Guadalquivir, transformando cada atardecer en un espectáculo silencioso. El aire se vuelve más fresco, las calles se vacían de turistas y la ciudad recupera ese ritmo sereno que invita a vivirla con más calma, pero con la misma intensidad.

Caminar sin rumbo por el barrio de Santa Cruz , sentarse en una terraza con una copa de fino o perderse entre los puestos de un mercado local se convierten en pequeños rituales que reconcilian con la vida.

Un destino para vivirlo a fuego lento

El otoño invita a bajar el ritmo y Sevilla lo entiende bien. Con temperaturas s

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