Tania Ruiz no celebra cumpleaños con luces ni fiestas. Nunca lo ha hecho. Pero este año, el silencio que la rodeó no fue ausencia. Fue presencia. Y esa presencia tenía nombre: Alejandro Baillères .

No hubo paparazzi acechando en la puerta. No hubo hashtags trending. Solo dos fotos en blanco y negro, publicadas sin fecha, sin contexto, como si fueran una nota dejada en un libro que ya conocía. Ella, con denim desgastado y botas de tacón que no le temen al asfalto. Él, detrás, sin necesidad de estar al frente. Con la chaqueta abierta, mirando la pista como quien ya sabe que el ganador no siempre es el más ruidoso.

En el Autódromo Hermanos Rodríguez , el domingo, no había eventos ni protocolos. Había motores. Aire caliente. Y dos personas que se movían como si el mundo no les exigiera

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