Sidney Cuando a principios de agosto, Christopher Rudge, académico de la Universidad de Sidney, leía un informe de Deloitte comisionado por el gobierno australiano tuvo que consultar las referencias en dos ocasiones: "No reconocí ninguno de los títulos de los libros, y algunos ensayos tenían nombres estrambóticos", recuerda. Inquieto llamó a la puerta de algunos compañeros de facultad ("Este era el título de tu libro, ¿verdad?"), antes de volver al documento y comprobar que hasta tres referencias no existían. "En ese momento entendí que no podía ser otra cosa que inteligencia artificial".

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